14.12.07

Soy Inocente.

Estamos en la Comisaría. El oficial Pereira se rasca la nariz. No nos mira. Está preocupado de hacer funcionar el mega PC 286 que tiene al frente. Cerca, un borracho grita, ¡Viva el nudismo, el peyote y las albóndigas!

-¡Cabo Soto, venga para acá! –grita Pereira aún con el dedo en la nariz.

Aparece el cabo Soto, un carabinero de esos bajitos, a los que siempre les queda holgado el uniforme. Será que el sueño de la Institución es tener carabineros con porte, que den miedo, no como el pobre cabo Soto, chico y de gruesos lentes.

-¿Qué ocurre mi oficial? –pregunta Soto adoptando una posición militar supuestamente imponente. Miro al Piojo. Él me mira. Ambos estamos al borde de estallar en carcajadas...

-Mire cabo Soto, este instrumento no me funciona y acabo de redactar la declaración de los jóvenes aquí presentes. Arrégleme el ordenador, cabo Soto, que la impresora no responde a los comandos.

Soto se arremanga la chaqueta del uniforme y sumerge la miope mirada en la pantalla negra de letras naranjas. Teclea. La impresora ocupa papel continuo, ese papel que es perforado por los lados. Y la tinta es una cinta negra. No veía semejante tecnología desde hace dieciocho años. La Comisaría entonces se me convirtió en una cueva; el espacio me parecía violento y primitivo.

-¿Señor? –dice el Piojo. Le doy un codazo para que no hable, seguro nos va a meter en problemas, bastante es estar en la Comisaría a las tres de la mañana.

-Diga.

-¿Podría hacerle una pregunta?

-Prosiga.

-¿Por qué ocupan computadores tan viejos, fuera de uso? ¿Carabineros de Chile no quiere ser parte de la globalización? Si armar un PC con cuática, con chorrocientos de Ram y todo eso no es tan caro, yo tengo un dato...

El oficial Pereira cruza los brazos. El cabo Soto sigue metido en el DOS, pero nos mira con ojos de “cagaron”.

-Mire, joven. A pesar de la imprudencia de su consulta, le contesto mientras Soto corrige el error informático... Nosotros somos los que los cuidan ¿entiende? Salimos a la calle a patrullar arriesgando nuestra integridad física para que los ciudadanos puedan estar tranquilos y seguros. ¿Usted cree que me importa tener un artefacto descontinuado cuando prefiero que la Institución pueda acceder a más móviles, radios o chalecos antibalas?

El Piojo mira a su alrededor. Hay una carabinero conversando con otro, el oficial de guardia anota los datos del borracho y en la sala de espera hay una señora de edad sin dientes que nos mira sonriente.

-Toda la razón, señor. Para qué mejores computadores. Tal vez se la pasarían sólo jugando Tomb Raider o bajando pornografía del Internet.

El cabo Soto aprieta ENTER. La impresora comienza a funcionar. El oficial Pereira se levanta.

-Cabo Soto, acompañe a los jóvenes a la celda.

-¡Pero, señor! –digo angustiado.

-Señor, qué –me responde Pereira con dura mirada -. Nadie se burla de la Institución. Mire que bajar pornografía, pero qué impropio.

-¿Me deja al menos hacer mi llamada?

El oficial Pereira frunce el ceño. Piensa.

-No –dice y se retira.

La próxima vez que caiga en cana exigiré mi derecho ciudadano a un colchón y una manta. No es saludable dormir sobre concreto. Maldito Piojo, si sólo se hubiese callado.


No hay comentarios: