7.12.07

COMO ACABAR CON EL CINE CHILENO.

"sangre nueva para la abuela de caperucita"

La última película que M fue a ver al cine era una producción nacional, con elenco nacional, guión nacional y director nacional. M al salir del cine se encontró con un amigo, G, quien le preguntó cómo había encontrado la película. M le dio una trompada y dejó a G tirado en el piso con la nariz sangrando. ¿Acaso M estaba loco?

El sociólogo y psiquiatra Dr. Mechiflo explica:

“El aire que se vicia en un espacio cerrado provoca en el cerebro del afectado la inevitable extinción de las capacidades cerebrales que sintomáticamente se expresan en sopor del cuerpo, confusión mental, vista neblinosa, pérdida de la capacidad auditiva y otros más específicos. Incluso, el cerebro del afectado puede sufrir una parálisis y dejar de funcionar, a saber, morir por falta de oxígeno.

El caso arriba descrito del paciente M (y su comportamiento hacia el desafortunado G) no es la expresión acabada de la asfixia cerebral, aunque la violencia y el consiguiente ataque repentino deja en evidencia las facultades mentales trastornadas de M” (el cine y sus enfermedades, vol. XXXIX, cap. VIII, pág. 345, 1987).

El análisis biológico del reputado Dr. Mechiflo da pie a una reflexión más cercana de lo que habríamos de interpretar respecto de las reacciones del espectador chileno acerca del cine realizado en su patria, en base a dineros que surgen del “oro al final del arcoiris”, o sea, los impuestos de todo ciudadano honrado.

El aporte capital del Estado para con las expresiones artísticas es vital, en cuanto que si no existiera, tampoco existirían los artistas muertos de hambre que en vez de pintar con óleo, pintan con los rouge extraídos de los bolsos de sus madres en pro de la pintura. Y, en ocasiones, el rouge no suele tener la tonalidad requerida, lo que sume al famélico artista en una “depresión creativa”.

El cine en Chile (fenómeno estudiado por Mechiflo) es un hermoso cuento de hadas, donde los nuevos invitados a participar (estudiantes en su mayoría) adoptan el rol de caperucitas rojas y los viejos cracks del ambiente cinematográfico se visten con pijamitas rosa y capuchitas verdi-azules para atraer el patético asombro de las víctimas.

-Abuelita, qué gran presupuesto tienes.

-Es para alimentarte mejor.

-Abuelita, que cantidad de equipos tienes.

-Es para iluminarte mejor.

-Abuelita, que guión tan grueso tienes.

-Es para aburrirte mejor.

-Abuelita, qué gran silla de director tienes.

-Es para controlarte mejor.

-Abuelita, qué colmillos tan grandes tienes.

-Es para comerte y que dejes de joder con tanta tontera de pregunta.

Y caperucita es masticada hasta ser convertida en un anónimo asistente del asistente del asistente del asistente de producción. Porque, si bien recuerdo, en el cuento original no existe el leñador que le raja la guata a la Abuela. Ese leñador, para las nuevas generaciones audiovisuales es comparable al Mesías judaico. Ya vendrá, ya vendrá...

Bien, aterrizando el avión de las irregularidades, dos puntos son claros:

1) este punto nunca quedó claro.

2) el primer punto debe ser definido pronto.

Tal vez, y lo digo calmadamente, con el corazón en sus palpitaciones justas, deberían ser llevados los directores nacionales aún activos desde el setenta en adelante, a “Quién quiere ser millonario” y someterlos a preguntas básicas de dirección, guión, fotografía, filmografía internacional y tendencias actuales. Por supuesto, deberían participar también los jurados encargados (y acreditados por el Gobierno de Chile) de “donar” los fondos para los respectivos proyectos.

Por último, se debería contratar a un vendedor de chicles itinerante de la locomoción colectiva que nos enseñe, en un par de seminarios, la necesidad de un correcto marketing para que el producto llegue al consumidor sin quejas. Sólo sonrisas.

Budi Alem, crítico del "New Neward News".


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